Recuerdo de Frondizi

Por Diego Seghetti Frondizi, carta de lectores de La Nación.

El 23 de febrero se cumplieron 60 años del triunfo electoral del presidente Arturo Frondizi. Se realizaron diversos homenajes, entre ellos, se repuso una placa conmemorativa y un busto en el Hotel Tunquelén de Bariloche, donde fue confinado luego de su derrocamiento y prisión en 1962. En esa oportunidad recordé a los presentes que estando mi abuelo preso en el hotel le llevaron la noticia de que su vida corría peligro, y le ofrecieron un salvoconducto a Chile. Mi abuelo rechazó la propuesta, recordando las palabras que pronunció al ser derrocado: «No renunciaré, no me suicidaré, no me iré del país». Y no se fue. Ante su negativa, un colaborador del presidente consultó a mi abuela Elena. Luego de explicarle que lo querían matar, le propuso adormecer a mi abuelo con una inyección, y sacarlo inconsciente a Chile. Pero mi abuela le contestó: «Vea, usted sabe cuánto amo a Frondizi, mi esposo. Pero prefiero verlo muerto antes que no cumpla su palabra».

¿Qué decir sobre su figura? Todo aquel que la estudie comprenderá que nació a destiempo. Recién hoy su persona comienza a recibir un merecido reconocimiento. Frondizi sostenía que el desarrollo integral de una nación se sustenta en la calidad de sus instituciones democráticas. Su trayectoria en el Congreso es un ejemplo de conducta republicana a ser seguido por todos aquellos que hoy se desempeñan en ese poder. Durante su presidencia bregó por la independencia de los tres poderes. Fomentó la justicia, la salud, la educación y la cultura, en todo el territorio nacional, poniendo estos derechos al alcance de todos. Impulsó la investigación científica y el desarrollo tecnológico. Forzó el crecimiento y la modernización de la industria nacional. Abrió la economía a los inversores externos, y para ello promovió leyes con reglas de juego claras, que respetó a ultranza. Fomentó la exportación por todos los medios a su alcance. Encaró importantes obras de infraestructura en las regiones más abandonadas del país. Su política exterior tornó a la Argentina previsible para el resto del mundo. Nombró funcionarios sobre la base de estrictos requisitos de honestidad e idoneidad. Los planteos cívico-militares a que estuvo expuesto no le permitieron desarrollar todo el potencial de sus ideas. Pero sus logros se ven reflejados en las estadísticas sociales y económicas y, más importante aún, en el recuerdo de sus compatriotas.Fue un hombre de estudio, reflexión y trabajo, abierto a todas las ideas. No transó nunca con la corrupción ni con la ignorancia. En su tiempo esto le valió ser combatido encarnizadamente. Nunca renunció a estos principios, ni siquiera luego de ser encarcelado en varias oportunidades. No fue rencoroso, aunque tuviera razones para serlo. Fue amigo de sus amigos y comprensivo de sus enemigos, siempre leal aunque otros no lo fueran con él. Fue traicionado, pero nunca traicionó. Ni él ni su familia se enriquecieron económicamente; sí espiritualmente, lo que es inmensamente más valioso. Fue un estadista, con una visión clara del potencial de la Argentina y de cómo concretarlo. Fue un buen padre y un mejor abuelo, y un modelo a seguir para reencaminar a nuestro país hacia el desarrollo.

Con los actos de homenaje realizados en Bariloche se concretó un importante aporte a la tarea de mantener viva su figura e ideario, capaces de iluminar y señalar hoy el rumbo para nuestra querida Argentina.

Diego Seghetti Frondizi

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