Esperanza y frustración

Por Enrique A. Escobar Cello
enrique.escobarcello@yahoo.com

En las elecciones del 23 de febrero de 1958, el candidato Arturo Frondizi (UCRI) es consagrado presidente de la Nación. Ingresábamos a una etapa de realizaciones concretas inédita en tan breve lapso. Todo parecía indicar que íbamos, una vez más, en procura de nuestro Destino Manifiesto: El desarrollo.

El flamante presidente, al asumir, encuentra el país que describimos en muy apretada síntesis:
•    Los agentes de la  función pública sumaban 1.012.053
•    La superficie cultivada se mantenía estacionaria desde 1940.
•    La red vial no se incrementaba desde 1938.
•    La producción nacional había descendido un 6% en la última década.
•    Se importaba el 60% del petróleo que se consumía.
•    El 80% de la energía eléctrica se generaba con petróleo, es decir (teniendo presente el punto anterior) que el 50% de la energía eléctrica que se consumía dependía de importaciones.
•    Nuestra deuda externa era del orden de los 1.100 millones de dólares (de la época)
•    Las reservas en el Banco Central eran de 179.1 millones de dólares. Un bimestre de importaciones de insumos indispensables. (Ver “Arturo Frondizi. Una historia de política y soledad” Nelly Casas Ediciones La Bastilla)
La administración Frondizi avanza inexorable por el camino de los grandes cambios y realizaciones.
•    En 1960, la producción por habitante aumentó en 2,4 y en 1961, el 3.9%.
•    En tres años, la producción de petróleo y gas aumentó el 150%.
•    En 1961, las inversiones superaban en un 5% las de 1948, que fueron las más importantes de nuestra historia, hasta entonces.
•    En el período 1958 – 1961, el consumo de cemento por habitante aumentó el 20%.
•    En idéntico período al del punto anterior,  la red de energía eléctrica aumentó el 17%.
•    La red de caminos fue incrementada en 10.000 kilómetros
•    En 1958 se fabricaron 10.000 tractores; en 1961, 25 mil tractores y 100 mil automotores (con el consecuente aumento de puestos de trabajo. N. del A.).
•    Entre 1958 y el ’61 se invirtieron 450 millones de dólares en diferentes sectores productivos de nuestra economía.
•    El consumo de energía por habitante pasó de 475 kws. a 527 kws.
•    En 1961, los gastos públicos eran 10% inferiores a los de 1958.
•    El sector público se redujo en 250 mil agentes que fueron  absorbidos por la actividad privada.
•    Se inaugura el primer alto horno en San Nicolás en 1960, al mismo tiempo que promueve nuevas inversiones en Zapla. Entre 1958 en 1961 la producción de arrabio pasó de 29,000 toneladas a 397,000 toneladas anuales y la elaboración de acero se triplicó.
•    Entre 1959 y 1961 se aprobaron siete propuestas de inversión por un total de 140 millones de dólares y se quintuplicó la producción de caucho sintético -elemento vital para la elaboración de neumáticos, cuya demanda se expandió por el desarrollo de la industria automotriz y de maquinaria agrícola. (Op. Cit)

Esta obra de gobierno generaba serias pérdidas a dos sectores de la sociedad argentina que apelaban (mancomunadamente) a una sistemática campaña descalificatoria, y utilizaban una herramienta cuya contundencia era indiscutible por aquellas épocas: Una cúpula de las Fuerzas Armadas crédula, susceptible a las intrigas y dispuesta a salir de sus cuarteles con cualquier excusa. (Es justo aclarar que el grueso de la oficialidad no respondía a la vocación golpista de su conducción, eran legalistas, razón por la que se requirieron 34 golpes de Estado para derrocar al presidente Frondizi).

Uno de esos sectores era económico. Se trataba de una dirigencia que hacía fortunas con la importación de bienes y servicios y la exportación de granos y carnes.

Por ejemplo: ¿Cuantos miles de millones de dólares (a valores actuales) habrán perdido aquellos intereses que importaban a nuestro país el 60% del petróleo que se consumía, en comisiones,  intermediación, fletes, seguros, etcétera cuando se alcanzó la autosuficiencia?

¿Se quedarían cruzados de brazos estos señores? No, a Frondizi había que voltearlo.

El otro sector era político. En las elecciones parciales (1961/62), el gobierno ganó en siete distritos electorales (Capital Federal, Santa Fe y Entre Ríos entre ellos), venciendo por primera vez al propio peronismo que compitió en los siete comicios. Tanto Perón como el principal partido de oposición veían como el  desarrollismo ganaba la voluntad popular, entonces (en una bizarra alianza tácita que Frondizi denunció en un discurso) redoblaron esfuerzos para derrocar el gobierno del desarrollo.  Huelgas salvajes, paros, manifestaciones y escándalos mediáticos, y las Fuerzas Armadas  armando planteos y chirinadas a cada paso que daba el gobierno, era la estrategia para derrocar al presidente y enervar el progreso.

Finalmente lo consiguieron. Con la excusa de perder las elecciones en la provincia de Buenos Aires, Frondizi fue derrocado el 24 de marzo de 1962 y confinado a la isla Martín García. Remarquemos esto, porque es importante para la historia: Arturo Frondizi fue derrocado porque su partido perdió las elecciones en la provincia de Buenos Aires.

Recibió un país económicamente postrado y socialmente dividido. En un primer paso muy positivo para la paz social, devolvió legalidad electoral al sector proscripto (peronismo) y lo venció en siete distritos, como ya hemos dicho. Económicamente, puso Argentina de pie y lista para convertirse en una potencia desarrollada. Todo en menos de 4 años. ¿Qué país seríamos si no lo hubieran derrocado?

Hoy, con el país devastado por el populismo y su rémora de ineptitud, molicie, hedonismo y corrupción, seguimos anhelando, con obstinada  esperanza, la posibilidad de retornar a la senda del desarrollo, con democracia y paz social.

Así sea.

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