¿Hoy somos todos desarrollistas?

* Por Elías Soso.

Aniversario. En febrero se cumplirán 60 años de la asunción de Arturo Frondizi como presidente de la Nación. Tras años de indiferencia y rechazo, las ideas y políticas de su gobierno tienen actualmente el reconocimiento y la aprobación general.

El 23 de febrero del 2018 que se avecina se cumplen 60 años de la asunción de Arturo Frondizi a la presidencia de la Nación argentina, experiencia desarrollista por antonomasia y fruto de una admirable alianza de sectores y clases sociales. Si alguna vez el ex presidente Perón acuñó la frase «peronistas somos todos», podríamos parafrasearlo para sostener que, en el presente de la política argentina, «frondi-desarrollistas», somos todos o casi todos.

Más allá de la exageración, cierto es que la experiencia frondizista, y fundamentalmente su figura como hombre y político estadista, cuenta hoy con una aprobación genuina y prácticamente general. Para quienes militamos desde jóvenes en la causa desarrollista representa un acto de justicia con un gobierno y un conjunto de hombres y mujeres que hasta hace pocos años sufrió el rechazo, la indiferencia o simplemente el olvido.

Quizás el ejemplo más claro de lo anterior lo constituya la propia persona de Rogelio Frigerio (el abuelo del actual ministro), la mano derecha estratégica de Frondizi desde incluso antes que asumiera la presidencia. Rogelio Frigerio ocupa de hecho, y debe hacerlo de derecho, un lugar privilegiado en el pensamiento y la acción política nacional. Sin embargo, aún hoy, casi no hay curso de economía política en el ámbito universitario que lo rescate como pensador gravitante en la historia del análisis económico de nuestro país.

La mención de personas como Rogelio Frigerio, u otras glorias del desarrollismo como por ejemplo Marcos Merchensky o Juan José Real, resulta conveniente porque la reivindicación de Arturo Frondizi conduce insoslayablemente a la reivindicación de un pensamiento que alumbró la experiencia de gobierno, al tiempo que se nutrió de ella para perfeccionarse como tal, al punto de constituirse como teoría de la dinámica social y nacional.

El pensamiento desarrollista encontró su laboratorio en la historia y, consecuentemente, estuvo y está nacionalmente situado. La pregunta fundamental sobre la cual gravitó la gestación y posterior desenvolvimiento del pensamiento desarrollista está más vigente que nunca (sin negar la tendencia universal a la integración regional y mundial): ¿Qué nos hace más Nación?

La definición fenomenal que da lugar a la propuesta desarrollista sostiene que estructuras económicas como la de Argentina presentan una imposibilidad manifiesta de alcanzar y sostener su desarrollo económico a partir del financiamiento hipotético proporcionado por el comercio exterior. Pero, además, ese desarrollo económico era la componente central de un desarrollo más general y complejo, podemos decir «cultural».

Esta imposibilidad de financiar el desarrollo con el comercio exterior, en tanto diagnóstico, ¿qué política exigía? Una deliberada tendiente a eliminar esa imposibilidad. De aquí toda la política económica del 58 al 62, durante el gobierno de Arturo Frondizi.

El desarrollismo aceptaba sin reservas —en términos generales— la teoría del deterioro de los términos de intercambio, formulada por Raúl Prebisch (la obra de Prebisch es de un valor también fundamental y desde ya no se limita a la teoría de los términos de intercambio). Pero, a diferencia de este último, no depositaba grandes esperanzas en la «industrialización exportadora», y menos aún en la eliminación de los subsidios agrícolas por parte de los países desarrollados.

La eliminación de los subsidios no era ni es un problema de voluntad progresista de los países desarrollados. Refiere a un determinado cuadro internacional, donde la división internacional del trabajo estructura el espacio económico y donde las naciones se juegan parcialmente su destino en función del lugar que en esa estructura ocupen.

Agregar valor a la producción de bienes y servicios, qué o cómo producirlo constituía y constituye el gran desafío en esta materia. La finalización cabal de un proceso de sustitución de importaciones y exportaciones presentes y futuras no puede soslayarse si se pretende un grado considerable de autodeterminación económica. Pero la preocupación no debe pasar por la sustitución en si misma, sino por la sustitución como instrumento de cambio. Algo similar ocurre con la política comercial externa. El dilema entre librecambio y proteccionismo es falso desde el punto de vista histórico; lo que supone un verdadero desafío es definir qué debemos proteger de nuestra producción, cómo y durante cuánto tiempo.

La Nación para superarse suponía el desarrollo y éste para ser tal debía complementarse con la integración social. En el plano económico se manifestaba en la existencia de un mercado interno integrado «horizontal y verticalmente» que existe allí donde la estructura de la producción cuenta con un basamento predominantemente industrial. De aquí la propuesta del gobierno de Arturo Frondizi; y también de las ideas fundacionales del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID).

Pero ese mercado integrado no puede construirse sobre la base de bajos salarios; al contrario, requiere el estímulo del poder de compra creciente y una distribución progresiva del ingreso. La carencia de industrialización es un «índice de subdesarrollo»; pero la categoría indicada, es decir, el subdesarrollo, responde en última instancia al bajo potencial de mercado. Como dijera Keynes, «la producción tiene como destino la venta».

¿El pensamiento desarrollista puede y debe ser aggiornado? Desde ya que sí. Pero una cosa es aggiornarlo y otra falsearlo. Sin dudas, la puesta en valor de la figura de Arturo Frondizi, así como la proximidad del 60 aniversario del comienzo de su gobierno, nos brinda una preciosa ocasión para honrarlo poniendo en valor su gobierno y su pensamiento a la luz de los desafíos del presente. Porque ese pensamiento debiera ayudarnos a definir los valores y principios de una acción política y de un movimiento que trascienda las personas, destinado a transformar la realidad. Estos valores, aquellos principios y la praxis política que de allí emanen son lo verdaderamente importante.

Elías Soso
Vicepresidente de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came)

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